Pido veinticuatro horas a tu lado en las que nos dé tiempo a todo menos a perder el tiempo.
Pido que me baste un día para convencerte de querer estar conmigo para el resto de tus días.
Pido y preciso que exista un preciso momento, en el que se te escape un beso cuando menos te lo esperes, y cuando más lo lleve esperando yo. Te pido en una tarde lluviosa, dentro de una casa sin gente, sobre un sofá sin cojines (para que sólo puedas abrazarte a mí), enfrente de nuestra serie favorita… Bueno, si ahora enfrente de nuestra serie del momento… Bajo una manta que haga de telón tras el que actúen nuestras manos; marionetas manejadas por los verdaderos sentimientos. Me pido entonces tus dedos acariciando mi brazo, y mis cosquillas jugando al escondite con ellos.
Por pedir, pido pararnos unos segundos ante cualquier escaparate, continuar andando, y que, momentos después, me preguntes cuánto costaba ésta o aquella cosa. Entonces me pido contestarte que no lo sé, que no me fijé, porque lo único que he sido capaz de ver en el cristal ha sido tu imagen reflejada, y aquello… no tenía precio.
Yo pido estar mi vida entera contigo. Porque si hay que pedir algo, yo solo te pido a ti.
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